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sábado, 22 de agosto de 2015

INOLVIDABLES NOCHES




No olvido aquellas noches en casa de mi novia cuando juntitos veíamos la televisión, siempre con un montón de chucherías y Pepsi Cola. Amaba a mi novia con locura, pero su hermana era una mamacita, una Afrodíta. Tenía las nalgas como esculpidas por los dioses del Olimpo,  piernas largas y bien torneadas, unos pechos muy besables, mordibles y extremadamente palpables. Sus pies y sus manitas eran exquisitos y su cara ...  ¡Por Dios! Su cara era de indescriptible belleza, sublime. 

Me gustaba ir al baño porque quedaba justo después del cuarto de mi cuñada, era el  pretexto perfecto para poder espiarla. La podía ver por la chapa antigua de la puerta, de esas que se abren con llave de abuelita. Siempre estaba en su cuarto, desnuda, leyendo sobre su cama boca arriba o boca abajo, y yo podía verle su hermoso trasero o su delicada rosa de amor. No podía contenerme, me invadía la excitación, siempre me provocaba una erección que con mi novia desquitaba con gran satisfacción. 

En aquellos días no dejaba de pensar en mi bella cuñada, en su cuerpo, en sus nalgas y en su dulce rosa enamorada. Me masturbaba constantemente pensando en ella, en sus delicias, a su salud y muchas veces cuando tenía sexo con mi novia pensaba en la otra, sí, en su bella hermana. En las cenas o en la reuniones familiares, mi cuñada notaba como la miraba, sabía que me gustaba, no era tonta. En una de esos encuentros me levanté en pleno apogeo de la cena para ir al baño, algo no me había sentado bien y tuve que ir de inmediato. Mientras estaba en el baño esperando que el mal olor se disipara, escuché ruidos en el cuarto de mi cuñada. Al salir del baño noté que su puerta estaba emparejada y al pasar me llamo y me invito a pasar. 

Estaba en su cama con la falda arriba y sin bragas. Me dijo que no dijera nada y se empezó a masturbar. Aquella rosada flor era más hermosa de par en par, divina, florida y jugosa. Con voz muy excitada me dijo que no podía tocarla, pero que sí podía tocarme mientras la miraba. Me saqué la pija y empecé a masturbarme. La situación era cada vez más intensa, mi novia y su familia cenando y mi cuñada y yo muy cachondos masturbándonos. Siempre supe que mi cuñada era ardiente, no me sorprendió, lo que sí me sorprendió es que se abriera así conmigo. 

En menos de dos minutos terminamos los dos, la calentura era total y toda la familia en casa lo hacía todo más desquiciado. Ella se levantó de la cama, se acercó a mí y me dio a oler del sexo impregnado en sus dedos. Los metió a mi boca y me besó. El resto de la noche me quede alucinado, y con el olor de su rosa vagando por toda mi cara. 

Modesto Ivan Zepeda Jr.

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