Llega la tarde y con la tarde llegas tú, fresca oliendo a rosas, a lluvia y con ese vestido azul turquesa que tanto me gusta. Te digo que preciosa estas amada mía y tu sonriendo te das la vuelta hacia el sofá de dos. Te sientas y con tu mano golpeando el sofá me ordenas que me siente a tu diestra. Me acerco y me siento mientras tú no quitas tu mirada de la mía, tu mirada que es fuego, ganas, deseo, cachondeo. Me enseñas tus pechos y con tus labios me dices que los bese y yo obediente los beso, me empapo de la dulzura que ahí siempre espera. Cuando mas entrado estoy me haces a un lado, me privas de tus pechos para darme de tus labios que son suaves como la seda. Después me alejas de tus labios y lentamente te desvistes ante mi lujuriosa mirada. Que cuerpo, ¡Que cuerpo Dios mío! Y todo es mío, ella es mía. Ya desnuda te tiras al piso, abres tus brazos, tus piernas y me dices dulcemente "ámame" y yo obediente te amo, como nunca y como siempre, como siempre y como nunca nos amamos.
Modesto Ivan Zepeda Jr.
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