Estaba desganado caminando por las calles de la hermosa ciudad de Los Angeles. De alguna manera me recordaba la ciudad de mis padres, Colima. El día era fresco. Un aire helado recorría las avenidas arrastrando toda basura a su paso. La gente caminaba apurada y en todas direcciones, mirando sus relojes y celulares, con ropa que llevaba la marca por todos lados. Nadie sonreía, nadie saludaba, ni por accidente se topaban con nadie al pasar tan de prisa. Había mucha gente pero me sentía muy solo. Tenia hambre de un abrazo, de un beso, de un hola o un buenas tardes, o tal vez de una caricia accidentada. Llegue a un pequeño café y ordene un te de limón. La chica que me atendió era muy educada lo recuerdo muy bien, no le preste mucha atención hasta que me trajo mi te. Que belleza la que adornaba aquella chica que parecía un ángel. Su aroma era encantador y su voz era como el canto de las aves en pleno corazón de la primavera. Quise preguntarle su nombre pero no me atreví, fui cobarde, la sentí muy lejos de mi. Todo el tiempo que estuve en el pequeño café no deje de mirarla, de admirarla, de disfrutar el movimiento de sus caderas y sus nalgas. Ella noto que la observaba y me regalo una sonrisa, la sonrisa mas bella que jamas haya visto y que no volveré a ver. Verla sonreír fue como sentir el cielo en mis hombros, en mis manos. Dos hoyuelos se le marcaban en sus rosados cachetitos, que hermosura, que locura de mujer. Me quede en el café hasta que llego la hora de cerrar, no me quería ir pero no tuve alternativa. Al dejar en monedas el costo de mi te sobre la mesa ella se acerco y me regalo el abrazo mas cálido y sentido de todo el mundo. Su aroma se quedo en mi camisa por meses. Al salir del café decidí esperarla afuera, estaba decidido a preguntarle su nombre y si era posible acompañarla hasta su casa. Mientras esperaba, un chico en una motocicleta llego y se puso a esperar afuera del café como yo. Me saludo y me sonrió muy amable, dos saludos en un día en la ciudad de Los Angeles no era muy usual. A los pocos minutos salió la chica que me atendió y se fue con el chico de la motocicleta y con una mirada tierna me dijo adiós, un adiós para siempre porque jamas la volví a ver.
Modesto Ivan Zepeda Jr.
Lástima...
ResponderEliminar....Si lastima.
EliminarLas personas que tienen una relación feliz suelen ser amables con los demás, cordiales y cercanos. Que suerte la de esa pareja haber llegado a ese punto de sintonía, aún separados por los quehaceres diarios, equilibrados y alegres, y como broche de oro sonreirle al mismo solitario los dos el mismo día.
ResponderEliminarBella historia de amor.
Opino que esto es lo que mejor haces, relatos.
Gracias canario muy amable. Pienso lo mismo que tú, las personas que son felices siempre brillan.
EliminarSigue siendo mejor que Crepúsculo, jajajaja.
ResponderEliminarSaludos, me ha gustado mucho, a todos nos ha pasado al menos una vez.
Gracias Barbara, un abrazo de luna llena
EliminarUna bella estampa Modesto...abrazos!
ResponderEliminarGracias caballero de las letras! Un abrazo amigo!
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