Era una odisea conseguir el permiso de mi papá para ir al cine. El tenía la costumbre de llevarnos por las tardes a su rancho a trabajar, decía que era bueno para nosotros, que así le tomaríamos el valor a las cosas que teníamos y hasta la fecha ha funcionado.
Gracias Don Modesto.
La manera más efectiva para pedir permisos era cuando mi papá estaba en el baño como era costumbre después de comer. Era su momento de paz, de ying yang, su diario de Colima, su cigarrillo Kent y tranquilidad, mucha tranquilidad. Mi hermano mayor siempre me convencía de que yo pidiera el permiso, de alguna manera todo el tiempo me convencía, era mi ídolo. Solicitar permiso siempre me costaba trabajo, mi papá era muy estricto y no quería mimarnos con exceso, cuando le decía que si nos daba dinero para ir al cine, con su respuesta ya sabíamos si era un sí o un no rotundo y con él no había negociaciones.
- Papá....papá, ¿Nos da dinero para ir al cine? Es que salió la nueva de Rambo y queremos ir.
Si no contestaba a la primera o bromeaba preguntando: "¿Quienes queremos ir al cine?" Era ida segura, pero si decía "!No¡" ...Era para ponernos las botas y llevar la cantimplora de agua porque nos íbamos al rancho. Pero ese día nos dijo que sí. Un rotundo sí sin pausas, sin bromas, sin rodeos, un sí de amor, de padre que ama a sus hijos, un sí lleno de los quiero hijos míos, vayan al cine.
Contentos, mi hermano y yo nos cambiamos brincando, tarareando alguna canción que no recuerdo y que ahora no importa, cantábamos porque que íbamos al cine. Mi padre siempre nos daba lo justo para la entrada, ni un peso más, (o centavo como él decía) pero ese día nos dio para todo, boleto, palomitas, refresco y lunetas, (la verdad sólo nos dio para los boletos pero yo así lo quiero recordar).
Al darnos el dinero nos recalcó que no llegáramos que tarde ya que al día siguiente era día de escuela. Contentos salímos corriendo de la casa.
!Rambo había parado Colima! Toda la ciudad quería ver la película.
Mi hermano y yo íbamos caminando por la calle Madero, atravesando el centro de la ciudad, siempre abrazados, juntos, riendo, criticando y burlándonos de todo el que pasaba a nuestro lado. Éramos buenos hermanos, hermanos que se aman, pero más que hermanos, éramos grandes amigos, de esos que cuando salíamos en familia no ocupábamos invitar amigos para divertirnos más.
Al llegar al cine estaba a reventar, la gente abarrotaba el Diana, la policía tenía cerradas las calles aledañas, las entradas estaban agotadas y no pudimos entrar. A Fernando y a mí no nos importó, estábamos juntos y mi padre nos había dejado ir al cine sin chistar, alegre, contento, feliz, siendo nuestro Papá, así que con el dinero nos fuimos a comprar unas tortas y unos cómics.
La película la vimos tres veces en las dos semanas siguientes.
Modesto Ivan Zepeda Jr.