Una tarde me encontré con la eternidad en el mar, entre el sol y la arena estaba como una hoja en el campo, parecía casi sirena, hubiera jurado que era una, y es que tanta belleza me causo extrañeza. Escultural era aquella obra de milagro, el creador se había inspirado de sobremanera, vaya forma de esculpir belleza, debió haber recuperado algún alma perdida que lo acarició a dar vida a semejante deidad de piel dorada. Aquel brillo en su mirada era como un faro que da esperanza a una embarcación perdida, nutría mis ganas de tocar el cielo de una manera espiritual, angelical, pero su magnificencia ante mi inseguridad era abismal. Su sonrisa fue más que descomunal, pero aún así seguí de largo, quedando marcado en mis huesos que alguna vez estuve cerca de ser inmortal, en los brazos de aquella divinidad excepcional.
Modesto Ivan Zepeda Jr.
No hay comentarios:
Publicar un comentario