Cuatro cuadras al norte de donde yo vivía, pasaba un camión que decía "Rumbo a la Estancia", un poblado del estado de Colima, pero en los días de la feria de todos Santos el alegórico camión decía "Rumbo a la feria".
Era a finales del mes de Octubre y principios de Noviembre que la hermosa ciudad amiga de Colima se vestía de fiesta, siempre en temporada de año escolar. Sin embargo por regulaciones del estado de Colima nos daban días libres para asistir a la feria y consumir en favor del estado. Los camiones estaban siempre repletos de gente, hasta colgados de las puertas había quién viajaba rumbo a la diversión.
Al llegar a la entrada de la feria y cruzar por los arcos de concreto que te daban la bienvenida, todo se transformaba. Un mundo de luces, vendimias, fresas con crema, nueces y chapulines colorados que bajaban y subían de un alambre. Te perdías entre un océano de gente de todos los niveles sociales, con un mismo propósito, disfrutar de ese evento anual que te envolvía con sus colores y sus máquinas que te levantaban en el aire, carruseles, casas de terror o de espejos, sin olvidarnos de la famosa y romántica rueda de la fortuna, que era la atracción principal.
Era un placer deambular por los caminos de la feria, por sus plazas y sus exposiciones ganaderas que a gran distancia despedían ese olor a rancho y a ganado. Podías apreciar en maquetas cada uno de los municipios del estado, el folklore, y nuestros trajes típicos.
El palenque de gallos era el lugar escogido para presentar a los artistas reconocidos por turno y el casino era testigo de la coronación de la Reina escogida entre las candidatas de todos los municipios del estado de Colima. Entre subastas y gente sorteando acrobacias o escupiendo fuego, tu vida se liberaba de las tensiones escolares y cotidianas, fácilmente te dejabas consentir por el momento.
No importaba en que llegaras, caminando, en auto privado o en camiones.Todos eran parte de aquel tumulto de gente, de aquella famosa feria del bello y amigo estado de Colima, la ciudad de las palmeras, de los limoneros, y dos majestuosos volcanes que parecen gigantes vigilantes de la paz en sus tierras.
Modesto Ivan Zepeda Jr.