La lluvia ácida esta tarde me trajo tu recuerdo como hoja maltratada en la hojarasca, como semilla del mar arrastrada por las olas hasta el litoral de mis momentos. Con una sonrisa recordé aquellos días en la casa de tus padres cuando teníamos sexo en su cama. Tardes gloriosas las que encontraba en la delicia de tu carne, en esa vainilla que custodiaba tu piel. Entre todo ese sexo muchas veces ahíto, vinieron a mi mente esos ratos en la ventana del balcón de tus padres cuando satisfechos fumábamos mentolados. Siempre lucias hermosa cuando fumabas, toda elegancia te envidiaba, olías a ti y a mi, a ese veneno mezclado del placer enamorado. Mi saliva brillaba en tu piel, como telarañas te vestía, despeinada, marcada por el sexo brusco y muy enamorada. Nunca nadie me ha mirado como tú en esa ventana, con la lluvia por testigo con tus ojos me pedías que nunca te dejara de amar. La perfección de tu cuerpo me bautizo a tu alma y me dobleg0 a jurarte que nunca te dejaría de amar. Desgraciadamente yo nunca te hice jurar y mi cuerpo nunca te doblegó, menos te bautizo.
Modesto Ivan Zepeda Jr.
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