Las tardes en los años ochentas eran espectaculares, largas, sin cambios de ahorro de energía, eran tardes de verdad, doradas, acaloradas. la gente caminaba por las calles hasta que el sol se metía entre siete y media de la tarde y ocho de la noche. De lunes a viernes después del colegio y hacer la tarea, todos mis amigos de la cuadra salíamos a jugar futbol. Hacíamos torneos, se escogían a los capitanes (Los mejores jugadores) y ellos formaban los equipos. Nunca fui un capitán pero si un portero aguerrido, el mejor, era mi manera de no sentirme mal por no poder ser capitán. Entre mis amigos de la cuadra los partidos de futbol eran muy parejos, no era mucha la diferencia, pero cuando jugábamos con chicos de otras colonias el nivel era superior, el orgullo estaba de por medio y en Colima eso es cuestión de honor. Entre los mejores jugadores de mi calle se hacia una selección, donde siendo yo muy pequeño me escogían como portero, nadie como yo bajo los tres postes, era titular, imbatible y me enorgullecía, jugar con los grandes y seleccionados, era mejor que ser capitán en los torneos de mi calle. Tenia una sudadera de portero negra con mangas amarillas y unos guantes con los mismos tonos, creanme cuando les digo que con el uniforme ideal uno es imparable, me sentía el mejor portero del mundo. Cuando jugábamos los partidos contra las colonias rivales era muy emocionante, juegos fuertes, aguerridos y reñidos, yo hacia unas atajadas espectaculares que me hacían ganar el respeto de mis compañeros y el de los adversarios. Era muy corto de estatura, tenia siete años de edad y hasta los nueve años fue mi mejor época de portero. Paraba penales, robaba balones, achicaba ángulos, salía al medio campo, volaba para las fotos de las cámaras imaginarias. En el fondo siempre quise ser medio campista, crear jugadas, oportunidades de gol, pasar balones, ser un siete o un diez, sentir los goles, los abrazos de mis compañeros, el orgullo de mi colonia. Intente jugar después de mis nueve años, nunca mas quise porteríar, destaque un poco entre mis diecisiete y veinte años, pero fue demasiado tarde, hubiera sido mejor quedarme de portero. Ahora lo que hago es escribir con mucha nostalgia sobre aquel bello pasado, cuando estar bajo los tres postes era mi sueño mas anhelado.
Modesto Ivan Zepeda Jr.
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