Ahí estabas en la cama,
desnuda, extasiada,
con la mirada de diosa
y tus labios una fruta siempre anhelada.
No dejabas de mirarme,
la yuxtaposición de tu blanca piel
con las sabanas doradas
eran un paisaje indescriptible.
Me pedías mas,
melosamente humectandote
los labios con tu dulce saliva
me decías que te hablara sucio y sin tapujos,
que te faltara el respeto
como solo en la cama se manda.
Yo tenía pena,
pero moría por descargar
todo el fuego de mis entrañas,
todas mis fantasías y lascivias.
Morrissey no dejaba de cantar,
y el viento helado por la ventana
no paraba de refrescar.
Tu piel estaba erizada,
y tus pezones de pie mirando al techo,
sedientos de la miel que nacía en mi pecho,
esa misma que se evaporaría en nuestro lecho.
Entre el fuego de nuestra carne desesperadamente
nos quemamos lentamente,
subimos en lujurias totales a lo mas azul de cielo,
donde después de apagar las luces,
nos dormimos tras un eterno te quiero.
Modesto Iván Zepeda Jr
(Toda obra de Modesto Iván Zepeda Jr © ® 2015 conserva sus derechos reservados) 6/27/15
11/23/14 3:43 am
Maravilloso
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